Enrique VIII de Inglaterra, el de las 6 esposas, el que desafió al Papa, murió de diabetes tipo 2 y sus complicaciones lo que -posiblemente- lo vuelve el personaje histórico más famoso en morir de esta enfermedad antes de los tiempos modernos.
Los documentos de la época, incluso un diario mantenido por su médico de cabecera, narran cómo era fornido y relativamente delgado en su juventud pero cómo los numerosos banquetes, el abuso del alcohol y de la carne lo llevaron a engordar. A su vez el aumento de peso limitó cada vez más su actividad física y la aparición de unas dolorosas úlceras en las piernas -cuyo desagradable olor se dice que se percibía a dos salones de distancia- hicieron que cada vez fuera más sedentario. Al final de su vida presentó los datos clásicos de la diabetes: hambre, sed, orina excesiva. Y un relato de la época describe cómo las sábanas en su lecho de muerte se llenaban de una especie de «Sal» que salía de su piel, un dato clásico de uremia por falla renal.
Hoy queda incluso evidencia física de su obesidad, una cronología de sus armaduras en el museo de la Torre de Londres muestra cómo se ensanchaban hasta llegar a una cintura de aproximadamente ¡140cm! Eso en los estándares de hoy se consideraría obesidad mórbida.

Pero Enrique VIII no fue ni por mucho el primer paciente con diabetes. Existe evidencia de que esta enfermedad se conoce desde hace al menos 3500 años en el llamado «Papiro de Ebers», el escrito médico más antiguo hecho en Egipto alrededor de 1500 a.C. En un punto describe una enfermedad en la que se pierde peso y el paciente se «vacía» a través de la orina.

Escritos también de esa época pero en la India describen un trastorno semejante en el que la persona no logra ingerir suficiente agua para compensar la orina que está perdiendo, hasta morir. Añaden que la orina atrae moscas e insectos y llega a tener un olor «dulce». Le llaman Madhumeha, orina de miel, nombre que hasta la fecha recibe la enfermedad en Hindi.
Pero el término Diabetes será acuñado por Apolonio de Tebas, en el 230 a.C. Esta palabra significa «sifón», lo que se refiere nuevamente a la gran pérdida de líquidos que lleva al deterioro y muerte de los pacientes. Le añade el término «mellitus» porque conoce que en este padecimiento la orina es dulce (si, la probaba) y encontrar este olor era prácticamente una sentencia de muerte.

Durante casi dos mil años se supo poco más acerca de la diabetes. Ibn Sina (Avicena), el gran médico persa describió la diabetes «temprana» (de los niños) y la diferenció de la «tardía» (de los adultos), probablemente la primera descripción de la diabetes tipo 1 y 2. De ahí hasta siglo XVII el investigador inglés Thomas Willis la diferenció de la diabetes insípida cuya pérdida de líquidos hoy sabemos que es por falta de hormona antidiurética (vasopresina). Bien entrado el siglo XIX, Paul Langerhans describió los islotes pancreáticos y se supuso que ahí se producía la sustancia capaz de regular el azúcar en la sangre. Claude Bernard, Oskar Minkowsky y otros investigadores lo confirmaron al ser capaces de convertir perros en diabéticos cuando se les extirpó el páncreas o se ligó el conducto pancreático.
A inicios del siglo XX, apareció el primer tratamiento para la diabetes que hoy conocemos como tipo 1. El Dr. Frederick Allen estableció una clínica en el estado de Nueva York en la que valoraba a los pacientes y les establecía una estricta dieta muy limitada en calorías, que le llamó «Terapia de Allen» y se ganó el mote de tratamiento con hambre. Los pacientes perdían grasa y músculo hasta quedar en los huesos, pero ganaban meses o hasta años de vida.

Y de ahí saltamos hasta 1920 cuando el médico canadiense y veterano de la 1ra guerra mundial, el Dr. Frederick Banting junto con Charles Best logró extraer insulina de páncreas de res y mantener viva primero a una perra vuelta diabética al removerle el órgano, y posteriormente un extracto purificado fue inyectado a humanos. Hoy se reconoce que ellos dos, junto con el Dr. McLeod en cuyo laboratorio se realizó el estudio y con Collip, el químico que les ayudó a purificar los extractos, se reconocen como los descubridores de la insulina. Su historia es apasionante y merecedora de una novela, pero sobre todo cambió el destino de muchos pacientes.


Los niños mejoraron espectacularmente con el tratamiento y una enfermedad mortal se convirtió en una tratable. Pronto Eli Lilly desarrolló la forma de producirla de forma masiva en EUA y lo compartió con los fundadores de Novo Nordisk, quienes la comercializaron en Europa.

En 1936 el Dr. Harry Himsworth encontró todos los elementos que distinguen la diabetes tipo 1 de la tipo 2. Desde entonces hasta 1997 se conoció la tipo I como «Juvenil» y la tipo II «del Adulto». Hoy sabemos mucho más y sin embargo, tenemos una avalancha de diabetes relacionada con la obesidad. ¿Cómo es eso? ¿De qué forma se relacionan? ¿Por qué la diabetes tipo 2 se puede controlar con medicamentos pero luego necesita insulina inyectada?
Tocaremos esos temas en las siguientes publicaciones.
Dr. Miguel Ángel Guagnelli
Si quieres leer más sobre la salud de Enrique VIII, este sitio es muy interesante (en inglés).