En enero del 2013 apareció un artículo en el prestigiado New England Journal of Medicine en el que se describe un procedimiento que pronto fue conocido como transplante fecal. Existe una condición del colon llamada colitis pseudomembranosa en la cual prolifera la bacteria oportunista Clostridium difficile (pronúnciese esta última palabra con acento italiano) tras el uso de antibióticos de amplio espectro -como ya expliqué en la primera parte de esta serie- y que causa diarrea con sangre, además de hacer pasar un infierno en vida a quien la padece.
El problema es que esa bacteria es resistente a múltiples antibióticos, esos que dañaron el microbioma desde la primera vez. El tratamiento habitual es administrar un antibiótico aún más potente llamado vancomicina. Pero la respuesta al tratamiento no siempre es favorable porque se crea una serpiente mordiéndose la cola: administrar más antibiótico para un trastorno que fue causado por otro antibiótico. Esta condición durante años ha sido el dolor de cabeza de gastroenterólogos, internistas, infectólogos y de quien se cruce en su camino. Y debido al uso cada vez frecuente de antibióticos de especto cada vez más amplio (capaces de matar más bacterias diferentes) el daño al microbioma es mayor al igual que el riesgo de desarrollar esta condición.

Lo que un grupo de investigadores de los Países Bajos intentó fue repoblar el intestino con una microbiota sana. Durante los últimos años se han probado diversas estrategias que intentan favorecer el crecimiento de las bacterias que forman parte de la microbiota normal y «sana». Pero ha sido complicado porque, en primer lugar, su crecimiento es lento mientras que Clostridium hace honor a su apellido y además de crecer rápidamente, produce una toxina capaz de dañar a quien compite por el espacio en el colon. El segundo problema es que realmente conocemos poco acerca de las bacterias que normalmente recubren nuestro intestino. Se estima que puede haber 100 millones de especies diferentes de bacterias en el colon, de las cuales menos del 1% pueden cultivarse en una placa de petri para ser estudiadas. Durante las últimas dos décadas y en parte como consecuencia del proyecto Genoma Humano, se empezó a describir el DNA de estas bacterias. Ahora sabemos que son muchas y se pueden inferir sus características al conocer sus genes, pero no es posible ponerlas a crecer para saber cómo se comportan. Es como tener su currículum sin poder saber cómo trabajan.
Así, el mencionado grupo de investigadores pensó que la mejor forma de obtener una microbiota sana, era transferirla de una persona sana. ¿Cómo? Pues, obteniendola donde viven las bacterias, en la materia fecal.
Si, así lo hicieron. 100g de materia fecal pueden contener 10^10 bacterias (10 mil millones, la misma cantidad de neuronas que componen un cerebro humano).Pasaron una sonda nasal más allá del píloro hasta el duodeno donde cualquier infusion ya no puede ser dañada ni por el ácido del estómago ni por las enzimas del páncreas e infundieron… materia fecal de individuos sanos. Pasadas dos semanas todos los pacientes que recibieron este tratamiento se habían recuperado, sin diarrea y sin Clostridium en el intestino.
Esto ha llevado a pensar que esas bacterias que protegen nuestro intestino y que tantos beneficios nos dan, pueden comportarse como un «órgano» que se puede.enfermar, regenerar y claro, trasplantar. Esa idea también ha llevado a estudiar más la interacción entre bacterias-intestino con mayor interés. Pero no se detiene ahí, la microbiota parece estar relacionada con el sistema inmune, endocrino y.hasta nervioso. Pero eso será hasta el siguiente post.
Un comentario sobre “Cuida tu salud, cuida tus bacterias II: Tu flora intestinal es (casi) un órgano más”