Cuida tu salud, cuida tus bacterias

Microbiota

«Ustedes creen que son humanos, pero en realidad pueden ser sólo 10% o menos del 1% humanos, dependiendo de cómo lo midan» dice la Dra. Bonnie Bassler en una gran ponencia en TED. El organismo de un humano adulto está conformado por un billón de células aproximadamente (1,000,000,000,000 o 10^12), mientras que en cualquier punto determinado de nuestra vida adulta tenemos dentro o sobre él 10 billones de bacterias (10 veces más, o 10^13) que conforman nuestra flora normal o -más correctamente- nuestro microbioma o microbiota. Y si medimos el material genético, nuestras células contienen 30,000 genes que se activan a lo largo de la vida, mientras que el conjunto de bacterias puede contener más de 3,000,000 de genes (cien veces más). Estas bacterias se encuentran en la mayoría de las superficies de nuestro cuerpo que tienen contacto o comunicación con el medio exterior: piel, vías aéreas superiores, en los genitales externos femeninos y en tracto digestivo -intestino grueso principalmente- cuyo microbioma es el más extensamente estudiado.

relación del ser humano con su microbiota

No son meros polizontes

Pero esas bacterias no se encuentran ocupando un espacio pasivamente: mantienen nuestra salud formando una armadura invisible que nos protege de las agresiones externas y de microorganismos nocivos, digieren nuestros alimentos, sintetizan vitaminas (como la K y la B12), educan a nuestro sistema inmune y lo regulan, entre otras funciones. Ese rol del microbioma ha salido a los reflectores tímidamente desde hace relativamente pocos años, con aún poca fuerza comparado con el conocimiento que tenemos desde hace más de un siglo acerca de las bacterias patogénicas -capaces de causar enfermedad y que no son parte del microbioma normal- y del gran aporte que ha significado para la humanidad el descubrimiento de los antibióticos. Precisamente en esta época en la que hay tanto uso de antibióticos y que nos hemos encontrado con la resistencia de las bacterias a ellos, nos hemos visto en la necesidad de voltear a estudiar las bacterias que nos acompañan, buenas y malas, para entender mejor muchos procesos de salud y enfermedad. Y lo que se ha encontrado es sorprendente.

Somos lo que heredamos, pero también lo que comemos

El líquido amniótico y el cuerpo de un bebé dentro del saco amniótico son estériles, así que nuestra primera herencia bacteriana la obtenemos al momento del nacimiento en el que la piel se coloniza rápidamente. La flora de un bebé nacido por parto vaginal es diferente del que nace por cesárea debido a los fluidos con los que tiene contacto durante las primeros momentos de vida. Las primeras tomas de leche condicionarán también las bacterias que colonizarán el tracto digestivo. Pero las bacterias que forman el microbioma también son susceptibles a lo que comen, el término flora normal explica bien el concepto: las bacterias necesitan comida, igual que un prado necesita agua, sol y fertilizante. Si no los hay en cantidad suficiente, el crecimiento es pobre. El alimento de las bacterias son los llamados prebióticos, carbohidratos que nuestro intestino no es capaz de absorber pero que estas pueden usar como sustrato para crecer. Algunos ejemplos son los GOS (galacto-oligo-sacáridos), FOS (fructo-oligo-sacáridos) que se encuentran en la leche materna y en muchas frutas y verduras. Todo esto hace que sea diferente el microbioma intestinal de un bebé alimentado por la leche de su madre que con fórmula; muchos fabricantes de fórmulas infantiles han incorporado GOS y FOS (etiquetados como prebióticos o promotores de la flora intestinal) con resultados aceptables, aunque aún no han llegado a la efectividad de la leche materna. Cerca del año de vida , el microbioma «madura» y se parece mucho al que el niño mantendrá durante su vida, aunque parece haber una ventana en la que se puede modificar con factores como la lactancia materna extendida, según un estudio reciente realizado en Dinamarca.

Un prado frágil

Una de las alteraciones más frecuentes al microbioma durante la vida de una persona se da durante el uso de antibióticos; cuando se inicia un tratamiento antimicrobiano, independientemente de la razón por la que se administre, pasará por el intestino grueso y causará que se pierdan numerosas bacterias de la microbiota normal. De la misma forma en que los espacios vacíos en un prado se pueden llenar de maleza, se crean parches en el intestino que rápidamente son ocupados por microorganismos no muy buenos llamados oportunistas, como bacterias potencialmente patógenas u hongos, como Candida. Tras solo una dosis oral de amoxicilina, en la materia fecal ya pueden encontrarse levaduras de este hongo, lo que nos dice mucho acerca de lo frágil que es este equilibrio.

Y cuando se pierde ese equilibrio, puede tener consecuencias importantes en la salud, como explicaré en la siguiente publicación.

Dr. Miguel Ángel Guagnelli

 

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