Los niños humanos son de crecimiento lento en comparación con nuestros parientes animales más cercanos. Pasamos alrededor de dos veces más tiempo en la infancia y la adolescencia respecto a chimpancés, gibones y macacos, pero los científicos no sabían por qué. Muchos creyeron que esto podría tener algo que ver con el hecho de que nuestros cerebros están tan hambrientos de energía que dejan menos glucosa disponible para impulsar el desarrollo del resto del cuerpo, pero esto ha sido difícil de demostrar. Ahora, un nuevo estudio realizado por antropólogos de la Universidad Northwestern, finalmente ha encontrado una fuerte evidencia para apoyar esta teoría. El estudio ha sido publicado en PNAS.
Para averiguar la cantidad de glucosa que el cerebro consume desde el nacimiento hasta la edad adulta, los investigadores utilizaron información previamente adquirida por tomografía de emisión de positrones (PET) y por resonancia magnética del cerebro y la compararon con la tasa de crecimiento del cuerpo. La PET se utiliza para medir la absorción de glucosa, mientras que la resonancia magnética puede determinar el volumen del cerebro.
Como se predijo, encontraron que el crecimiento del cuerpo disminuye de velocidad cuando el cerebro consume una gran cantidad de glucosa. Por otra parte, el cerebro se encontró que era más hambriento cuando los niños tienen alrededor de 4 años de edad, lo que coincidió con un período en que el crecimiento del cuerpo era más lento. En este tiempo, el cerebro consume más del 40% del total de energía disponible del cuerpo. Según el autor principal Christopher Kuzawa, la formación de conexiones neuronales en el cerebro está «al máximo» a esta edad porque aprenden tantas cosas nuevas que son fundamentales para convertirse en seres humanos exitosos. Esto significa que hay menos recursos disponibles para que el resto del cuerpo los use para facilitar el crecimiento.
Esto podría ayudar a explicar por qué es difícil adivinar la edad de un niño pequeño en función de su tamaño, dice Kuzawa. En su lugar, utilizamos otros indicadores tales como el habla y la conducta.
Juntos, estos datos indican que el desarrollo del cerebro humano exige una cantidad inusual de energía y en consecuencia el crecimiento del cuerpo de la niñez debe reducir la velocidad con el fin de compensar. Esto apoya la hipótesis de «tejido caro» que fue propuesta por primera vez en 1995, sin embargo, se pensó en un principio que los sistemas digestivos más pequeños durante la infancia fueron liberando más energía para el cerebro a utilizar.
A los investigadores les gustaría llevar adelante esa labor para ver si esta compensación del crecimiento ocurre en los primates estrechamente relacionadas, como los chimpancés, pero reconocen que estos datos sería difícil de alcanzar.
Dr. Miguel Ángel Guagnelli
Traducido y adaptado de http://www.iflscience.com/brain/why-do-humans-grow-so-slowly
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