Un infarto cardiaco o un accidente cerebrovascular (ictus, stroke, embolia) no se generan en un día o dos, son consecuencia de un largo proceso que con frecuencia inicia en la infancia y que como muchas enfermedades crónicas es prevenible si se detecta y trata a tiempo. Por ello todos debemos conocer nuestros niveles de colesterol, incluyendo el de niños y adolescentes porque una combinación de mala dieta, obesidad y genética desfavorable -hay familias con problemas para manejar los lípidos- puede ponernos en riesgo.
Puntos importantes:
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Es recomendable que a todo niño o niña mayor de 8 años se le tomen niveles de colesterol total, HDL y LDL aprovechando una muestra de sangre por cualquier otro motivo. El panel de química sanguínea (21,27 o más elementos) de muchos laboratorios ya lo incluye.
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Si los niveles de colesterol total o de LDL son altos, es recomendable realizar una valoración, especialmente si alguien más en la familia tiene problemas de colesterol o hay antecedentes de infartos o angina cardiaca.
Conozcamos más acerca de lo importante que es el metabolismo de grasas en el cuerpo empezando por saber: ¿Qué es el colesterol?
El colesterol es un lípido
Es decir, una grasa. Y no es malo por sí mismo, al contrario, tiene ciertas peculiaridades que lo hacen diferente y muy importante respecto a otras. Cuando pensamos en grasa como alimento solemos tener en mente en un aceite como el de oliva o en una grasa sólida como la manteca. Estos son ácidos grasos, cadenas de carbono que pueden variar en dos aspectos, su tamaño (cadena corta, media o larga) y si todos los carbonos están unidos a un hidrógeno (si están saturados o no). Suelen tener nombres relacionados con el sitio de donde se obtienen con mayor frecuencia o donde se encontraron originalmente: oléico del aceite de oliva, butírico de la mantequilla, palmítico del aceite de palma de coco, etc. Y mientras más carbonos tengan (y su cadena sea más larga) se solidifican a menor temperatura -es decir, el aceite de oliva tiene cadenas más cortas que la manteca de cerdo-.


Estos ácidos grasos en la naturaleza han encontrado una forma de fácil de transportarse, por medio de un «remolque» llamado glicerina. Es un carbohidrato (un azúcar) simple con tres carbonos, cada uno de los cuales puede unirse a un ácido graso y entonces pueden mantenerse juntos para facilitar su movimiento. En esta configuración se llaman triacilgliceroles o, más popularmente, triglicéridos.
Los triglicéridos son la forma más común en la que ingerimos las grasas y también es como se almacenan dentro de las células del tejido adiposo o graso. Son una fuente de energía muy densa y también la forma en que almacenamos como tejido adiposo. Los ácidos grasos esencialmente son lineales y pueden apilarse, pero el colesterol no. Es un lípido pero tiene una estructura basada en varios anillos, lo que le confiere flexibilidad.
¿Flexibilidad para qué?
Aunque el colesterol es un lípido, su función principal no es acumular energía. Tiene tres principales, imprescindibles para la vida. La primera es que se intercala con los lípidos que forman las membranas celulares (formadas por ácidos grasos también) para darles flexibilidad. Gracias al colesterol una membrana que sería frágil y rígida se vuelve fluida y es capaz de cambios de forma extraordinarios, tal vez el mayor de ellos la capacidad de ciertas células de moverse y comer a otras
Además de eso, el colesterol puede cambiar sus propiedades enormemente añadiendo o quitando algunos átomos. La estructura de cuatro anillos se llama ciclopentanoperhidrofenantreno (es un reto decirlo de corrido) y forma el esqueleto básico de una serie de compuestos esenciales, particularmente dos familias de sustancias clave: las sales biliares y las hormonas esteroideas.
Las sales biliares las produce el hígado y las secreta a través de… claro, la bilis. Estas pueden actuar como detergentes para ayudar a solubilizar las grasas que llegan al duodeno. Al ingerir algún alimento rico en grasa, es importante convertir esa grasa que normalmente no se mezcla con el agua en pequeñas gotas para que puedan actuar las enzimas y se pueda absorber, esa es una de las funciones de la bilis.
Pero también con algunos cambios químicos, ese mismo compuesto de cuatro anillos puede convertirse en una serie de hormonas -y eventualmente medicamentos- que reciben el nombre de corticoides o esteroides. Estos regulan varias funciones como la glucosa y el stress (cortisol, hidrocortisona), la respuesta sexual masculina (testosterona), femenina (estrógenos), promueven el embarazo (progesterona) e incluso afectan la tensión arterial (aldosterona). El mismo esqueleto de cuatro anillos puede hacer todo eso y más.
Colesterol bueno y malo
Cuando vamos a un laboratorio a pedir un análisis de colesterol nos entregan un resultado parecido a esto:
Es un hecho más o menos conocido que el HDL es el colesterol «bueno» y el LDL es el «malo», pero ¿por qué? Veamos: al comer cualquier alimento que contenga grasa, esta será absorbida por el intestino. Esas grasas pasarán a la circulación sanguínea para distribuirse, pero para poder viajar en un medio acuoso necesitan algo que las vuelva solubles (recordemos que el agua y las grasas no se mezclan), por ello se vuelven esferas, algo parecido a pequeñas gotas de grasa que viajan en la sangre y llevarán la grasa a sus destinos, principalmente el hígado, el músculo y el tejido adiposo.
Estas gotas se llaman Quilomicrones. Están formados por fosfolípidos en la parte externa (ácidos grasos con un componente soluble o «hidrofílico»), grasa en la parte interna, y una proteina (llamada apoproteína) por fuera que permite que las células de diferentes tejidos la identifiquen, como una etiqueta. Los quilomicrones liberan ácidos grasos en su camino y se convierten en Quilomicrones Remanentes cuyo destino es el hígado, desde donde se establece un sistema de distribución y circulación de las grasas.
Por medio de unos complicados pasos el hígado va transformando a las partículas; en ciertos pasos cambian de apoproteínas y de etiquetado, se vuelven cada vez más pequeñas y densas. De ahí viene su nombre, las más conocidas lipoproteinas de baja y alta densidad (LDL y HDL por sus siglas en inglés) además de las de densidad intermedia y muy baja.
La función principal de las LDL es liberar ácidos grasos y colesterol para distribuirlos en el cuerpo. La mala noticia es que al liberar constantemente lípidos, estos pueden adherirse y penetrar la superficie interna de los vasos sanguíneos (un recubrimiento celular llamado endotelio) y en ciertas circunstancias, iniciar un proceso llamado aterosclerosis, las famosas placas que a lo largo del tiempo puede causar una disminución en el flujo de sangre a través de las arterias. Las partículas de HDL, por el contrario, «recogen» ácidos grasos y colesterol, de un modo limpiando las arterias de lípidos.

Una analogía muy usada para entender lo que pasa en las arterias en la aterosclerosis es la de una tubería de agua en la que se deposita sarro. Inicialmente es una capa delgada que a lo largo de años se hace más gruesa hasta llegar a tapar por completo.
Pero… la disponibilidad de grasas es sólo la mitad de la historia. Para que las grasa se pueda depositar en el endotelio este tiene que ser susceptible. Siguiendo la analogía, el endotelio de nuestras arterias tiene una protección natural que funcionaría como teflón que rechaza el depósito de grasas. Pero esa protección es susceptible a daños por factores como el tabaco, la hipertensión, factores oxidantes o el exceso de insulina, entre otros.
Entonces la formación de ateromas -estas las placas que obstruyen el paso de la sangre- visto de una forma muy simple depende tanto de la concentración de lipoproteinas «liberadoras» de ácidos grasos como de HDL que lo recoja y de la susceptibilidad del endotelio.
Un perfil de lípidos es la prueba de laboratorio que proporciona información acerca de la cantidad de colesterol total y qué proporción existe de LDL y HDL. Estudios epidemiológicos realizados a lo largo de al menos cinco décadas han relacionado la dieta occidental con niveles altos de colesterol, proporciones altas de LDL y bajas de HDL, y esto con un incremento en el riesgo cardiovascular. A este fenómeno se le llama Dislipidemia y contribuye en una proporción importante al riesgo de desarrollar lesiones en las arterias cardiacas y del cerebro.
Se recomienda que los adultos menores de 40 años y sanos se realicen un perfil de lípidos cada 2 a 3 años. Cuando son mayores de 40 años o presentan diabetes y/o hipertensión arterial, cada año. En caso de encontrar alteraciones, un médico debe iniciar tratamiento con dieta y posiblemente medicamentos, y repetir los estudios cada 6 meses hasta normalizar. Adoptar la dieta mediterránea puede ayudar a normalizar los niveles de colesterol, a mejorar la relación entre HDL/LDL e incluso a disminuir triglicéridos.
El desarrollo de la ateroesclerosis y las enfermedades vasculares es lento y necesita muchos años de malos hábitos para llegar al punto en el que se lesionen las arterias. Esto hace pensar… ¿podría este proceso estar empezando desde la infancia? La respuesta es si, y por eso hay recomendaciones para realizar un primer perfil de lípidos entre los 9 y los 11 años.
Una enfermedad en aumento
Durante los últimos 10 años, tanto los avances en el conocimiento como el imparable aumento de la obesidad a todas edades, ha dejado claro que la aterosclerosis inicia antes de los 20 años de edad y esto ha llevado a revisar las recomendaciones para el monitoreo de lípidos en adultos y en niños que realiza un grupo de expertos de los Institutos Nacionales de Salud de EUA. Esto fue reforzado, entre otros, por un estudio reciente en gran parte de la población de Texas donde se encontró que uno de cada tres niños a los que se les realiza un perfil de lípidos de rutina en clínicas pediátricas de atención primaria tienen niveles de colesterol considerados altos o moderadamente altos. En cuanto al colesterol en lipoproteínas de baja densidad (LDL), el 46% de los niños tienen niveles en el límite alto o elevados y el 44% tienen niveles de colesterol HDL que se consideran bajos. Esto es particularmente cierto en niños con sobrepeso u obesidad y el riesgo de que desarrollen placas de ateroma en su vida adulta es muy alta.
Las recomendaciones hasta 2011 incluían lo siguiente:
- Realizar una prueba de screening en niños mayores de 2 años con una historia familiar de enfermedad cardiovascular prematura, que se define como:
- Tener padre o madre biológica, abuelo, tía o tío <55 años de edad para los hombres y <65 años de edad para las mujeres con antecedentes de infarto de miocardio, angina de pecho, cirugía de bypass coronario, intervención percutánea (angioplastia o stent) y / o muerte súbita cardíaca.
Además, se recomienda la búsqueda selectiva si:
- Presenta índice de masa corporal en un percentil mayor al 97
- Hay historia de tabaquismo (importante tener presente en adolescentes)
- El padre biológico tiene un colesterol total ≥ 240 mg / dl o dislipidemia conocida, o
- Cuando los niños tienen un historial familiar desconocido (por ejemplo, adoptado y / o se desconoce los antecedentes familiares).
Sin embargo, la última revisión del 2013 recomienda realizar un estudio de lípidos que incluya colesterol total, HDL y lo que se agrupa como No HDL (LDL, IDL y VLDL) en TODOS los niños de 7 a 9 años y luego repetirlo entre los 18 y 21 años. En caso de encontrar alteraciones, puede requerirse un estudio más detallado.
La razón de esto y de la edad tan temprana para iniciar la búsqueda es doble:
- Por un lado, es útil para buscar trastornos hereditarios de los lípidos como las mutaciones del receptor de LDL que causa hipercolesterolemia familiar, un trastorno genético que se caracteriza por niveles altos de colesterol a partir de la infancia, específicamente niveles muy altos de lipoproteína de baja densidad (LDL), en la sangre y causa enfermedad cardiovascular muy temprana que puede ser prevenible.
- Y claro, si se detectan niveles limítrofes o alterados de HDL y LDL, existe el riesgo de que a largo plazo se desarrolle una dislipidemia franca y se inicie el proceso de aterosclerosis, con todas sus consecuencias.
Por si no fuera suficiente, aunque estos estudios fueron realizados en niños estadounidenses, en aquellos de origen latinoamericano se encontró que tienden a tener más alto el colesterol total y más bajo LDL respecto a sus iguales, por sus características genéticas.
Aunque estas recomendaciones tienen detractores que consideran puede hacerse un screening demasiado amplio y se podría caer en tratar a demasiados pacientes, me parece que tienen un punto de razón en que debemos pensar más en nuestro colesterol y el de los niños. Y hacernos todos los miembros de la familia -dentro del rango de edad- un perfil lipídico regularmente y acudir con el médico para revisarlos. Recordemos, la medicina preventiva siempre es más barata y efectiva que la curativa.
Y tú, ¿cuándo fue la última vez que te mediste el colesterol y los lípidos?
Dr. Miguel Ángel Guagnelli M.